Un inmenso tesoro.
Érase una vez en una bella granja donde vivían un gallo,
un conejo y un cerdo sucedió algo
inimaginable, pues si, ocurrió que una hermosa pero a su vez rara ave se acercó
a ellos, les entrego un objeto envuelto en hojas de un color verde intenso,
adornado con una margarita y les pidió que cuidaran ese tesoro. El ave
se marchó, los ojos de los tres animalitos centellaban de curiosidad, estos
imaginaban que dentro había un gran diamante, o quizás un genio maravilloso, de
ese con el que tú sueñas aparezca y te conceda los tres deseos, también los tres
animales pensaron que quizás se trataba de una pluma mágica. Rápidamente
miraron en su interior pero qué decepción! dentro solo había una pequeña
semilla.
Sin darle mucha importancia Ia dejaron en el suelo y sin
más se alejaron del lugar. Por allí pasó un carnero y se encontró con Ia
semilla que lloraba, esta le conto como los animales Ia habían abandonado, este
se compadeció de ella y comenzó a cuidaría, abrió un agujero en Ia tierra, echó
Ia semilla, Ia cubrió y luego Ia rego con agua fresca.
Cada día el carnero visitaba a su amiga y se
sentaba a esperar mientras pensaba si Ia pequeña semilla se encontraría bien o
si se ahogaría allá abajo. Pasó el tiempo y el carnero comenzó a preocuparse,
hasta que no pudo más y comenzó a llamar a su amiga, al escuchar los gritos se
acercaron el gallo, el conejo y el cerdo para ver qué sucedía.
De pronto sintieron que Ia tierra se movía bajo sus pies
y se abrazaron de miedo, fue entonces que vieron brotar de Ia tierra un frágil
tallo que rápidamente se elevó al cielo, convirtiéndose en un fuerte árbol,
este echó
ramas, y Ias ramas hojas, y en Ias hojas, flores, y en Ias flores frutos
y en los
frutos habían muchas semillas igual a aquella que había sido cuidada por
el
carnero.
De Ias flores se desprendía el suave olor del azahar, y sus frondosas
ramas
esparcían suficiente sombra para que todos pudieran descansar.
Todos estaban tan asombrados, que no podían creerlo, nunca habían visto
un
árbol, entonces comprendieron porque Ia hermosa y rara ave les habían
dicho
que era un valioso tesoro.
Miguel García Robles
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