jueves, 3 de enero de 2013

Las tres hadas



Las tres hadas

En un bellísimo reino, de un lugar que nadie conoce, vivían tres hadas que tenían por nombre:
Fantasía, Alegría y Melodía, estás siempre paseaban por un hermosísimo bosque en su carruaje dorado, adornado con flores de mil colores que desprendían un suave olor matinal, este estaba tirado por dos mariposas de enormes alas brillantes.
Las tres hadas nunca se separaban, a veces vivían en una flor, o en la sonrisa de un niño, quizás en el arcoíris, en todo lo bello, así que seguramente ahora mismo a tu lado debe de merodear una de ellas, busca bien y de segurito la verás.
Fantasía le ponía belleza e imaginación a todo lo que tocaba, Alegría hacía que las cosas que parecían feas fueran más hermosas y Melodía nos hacía escuchar el sonido del viento entre las ramas, el sonido de las olas acariciando la arena, o el trinar de un ave cuando feliz ha terminado su nido. Al pasear por el valle en su carruaje podían ver al unicornio bebiendo el agua cristalina del lago mágico, a los duendecillos enanos cabalgar sobre hormigas o a dos ardillas discutir por una nuez y luego terminar compartiéndola. Todas estas cosas y muchas más hacían la vida de las hadas muy placentera. Un día cuando daban su acostumbrado paseo quisieron asomarse al mundo de los hombres, sin saber el gran sufrimiento que les esperaba. Tal fue su dolor que al instante las tres hadas enfermaron de tristeza.
Todos en el reino comenzaron a preocuparse. Fueron entonces en busca del viejo Roble, era tan viejo como lo era el valle, era tan sabio como viejo. Al llegar allí todas las criaturas del valle, el Roble les dijo lo que había sucedido, las tres hadas habían visto y descubierto con dolor que en el mundo de los hombres ya no existen cuentos de hadas, ni juegos de bolas, que no hay barquito de papel que los lleve a navegar, que el viento sopla sin que se escuche, que el mar a perdido su espuma, que hay niños que trabajan de sol a sol. Las criaturas del valle decidieron unirse y tomar por sorpresa el mundo de los hombres. Las musas invadieron el amor de los escritores, los duendes cabalgando en sus hormigas llegaron hasta el sueño de los niños, las flores fueron llenando de color todo lo que encontraban a su paso, cada uno de ellos hizo su trabajo.

Muy pronto en la tierra de los hombres comenzó a reinar la fantasía, la alegría, la melodía. Por ello las 

tres hadas volvieron a pasear por el valle en su carruaje dorado, adornado con flores multicolores y 

tiradas por mariposas de alas gigantes.

                                 Miguel García Robles

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