Las tres hadas
En un bellísimo reino, de un lugar que
nadie conoce, vivían tres hadas que tenían por nombre:
Fantasía, Alegría y Melodía,
estás siempre paseaban por un hermosísimo bosque en su carruaje dorado,
adornado con flores de mil colores que desprendían un suave olor matinal, este
estaba tirado por dos mariposas de enormes alas brillantes.
Las tres hadas nunca se separaban, a veces
vivían en una flor, o en la sonrisa de un niño, quizás en el arcoíris, en todo
lo bello, así que seguramente ahora mismo a tu lado debe de merodear una de
ellas, busca bien y de segurito la verás.
Fantasía le ponía
belleza e imaginación a todo lo que tocaba, Alegría hacía que las cosas que parecían feas fueran más
hermosas y Melodía nos hacía escuchar el sonido del viento entre las ramas, el
sonido de las olas acariciando la arena, o el
trinar de un ave cuando feliz ha terminado su nido. Al pasear por el
valle en su carruaje podían ver al unicornio bebiendo el agua cristalina del
lago mágico, a los duendecillos enanos cabalgar sobre hormigas o a dos ardillas
discutir por una nuez y luego terminar compartiéndola. Todas estas cosas y
muchas más hacían la vida de las hadas muy placentera. Un día cuando daban su acostumbrado paseo quisieron asomarse al mundo
de los hombres, sin saber el gran sufrimiento que les esperaba. Tal fue
su dolor que al instante las tres hadas enfermaron de tristeza.
Todos en el reino comenzaron
a preocuparse. Fueron entonces en busca del viejo
Roble, era tan viejo como lo era el valle, era tan sabio como viejo. Al llegar allí
todas las criaturas del valle, el Roble les dijo lo que había sucedido, las tres
hadas habían visto y descubierto con dolor que en el mundo de los hombres ya no
existen cuentos de hadas, ni juegos de bolas, que no hay barquito de papel que los lleve a navegar, que el viento sopla sin que se escuche,
que el mar a perdido su espuma, que hay niños que trabajan
de sol a sol. Las criaturas del valle decidieron unirse y
tomar por sorpresa el mundo de los hombres. Las musas
invadieron el amor de los escritores, los duendes cabalgando en sus hormigas llegaron hasta el sueño de los niños, las
flores fueron llenando de color todo lo que encontraban a
su paso, cada uno de ellos hizo su trabajo.
Muy pronto en la tierra de los hombres comenzó a reinar la fantasía, la alegría, la melodía. Por ello las
tres hadas volvieron a pasear por el valle en su carruaje dorado, adornado con flores multicolores y
tiradas por mariposas de alas gigantes.
Miguel García Robles
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