El joven gallo.
En Ia
granja del tío Fabián había una pata que empollaba seis huevos, llevaba ya
varios días en espera del nacimiento de los pequeños, cuando sintió debajo de
su plumaje un movimiento extraño. Pasaron varias horas y ya los patitos estaban
jugueteando fuera de los cascarones y junto a ellos todas Ias aves del corral
los observaban. Eran seis hermosas motas de algodón,
cinco amarillas como el sol y uno blanco como Ias nubes. Don pato estaba
orgulloso de su cría, por Io que decidió salir de paseo con mama pata y sus
patitos directo a Ia laguna. Al llegar Ia primera en entrar al agua fue Ia
mamá, luego el papá quien hizo un suave sonido para invitar a sus pequeños al
chapuzón, todos entraron al agua, menos uno que tembloroso quedo en Ia orilla.
Don pato no podía creer Io que veía, salió del agua, se colocó tras el temeroso patito y Io empujó, claro que eso no
estuvo bien, por ello siempre pídanle a sus padres que les enseñen a
perder el miedo al agua de otra forma, también deben entender que los
personajes de este cuento son patos, es decir son expertos nadadores por
naturaleza. Luego del empujón Ia pequeña ave
luchaba por llegar a Ia superficie pero su cuerpo se hundía cada vez
más, Ia pata angustiada nado rápidamente y Io saco del agua, entonces fue que
observaron bien al patito, este no tenía pico de pato, tampoco sus patas eran
iguales a Ia de los demás ¡que asombro!, era un polluelo, hijo de gallina y
gallo.
Don pato no sabía qué hacer en medio de tanta confusión, mamá pata pensó en
todo Io que pasó cuidándolo y recordó Ia alegría que sintió viéndolo nacer, sin
pensarlo mucho respondió: -Es nuestro hijo,
Io queremos tanto como los demás aunque sea diferente.
Así trascurrió el tiempo,
el polluelo compartía todo con sus hermanos y a Ia hora del baño se mantenía
cerca de Ia laguna jugando con los insectos, fue creciendo y se hizo un
hermosísimo gallo que despertaba a todos en Ias mañanas cuando salía el sol.
Pero Don
pato aún no estaba muy conforme, pero sucedió que un día comenzó a llover sin
cesar durante varios días, tantos que hasta los patos que disfrutan del agua,
estaban aburridos, Ias plantas comenzaban a morir porque Ia tierra ya no podía
beber toda aquella agua, los ríos se desbordaban. El agua comenzaba a inundar
Ia granja y todos allí comenzaron a sentir algo de miedo.
El joven gallo, salió del corral y se subió en Ia
rama de un limonero, luego de rama en rama llegó hasta un gran árbol, sacudió
fuertemente sus alas y dijo kikirikí, Io
dijo tan alto que su amigo el sol despertó. Desde ese día Don pato vivió
orgulloso de su joven y hermoso hijo gallo.
Miguel Garcia Robles
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